viernes, 3 de junio de 2011

BREVE NARRACIÓN FICTICIA SOBRE ALGÚN ELEMENTO PRESENTE EN LA INFORMACIÓN

PRODUCTO 9
UNA HISTORIA IMAGINARIA AL LADO DE CRISTOBAL COLÓN

Una tarde tranquila y apacible, en el cual la brisa soplaba suavemente provocando en el barco que se encontraba anclado en el muelle un suave vaivén, era un barco mucho muy antiguo, con una cruz roja en cada una de las velas y en uno de sus costados ostentaba el nombre de: Santa María; todo esto llamo mi atención y despertando en mi la curiosidad me acerque lo más que pude dándome cuenta al hacerlo que había exactamente enfrente de mí una pequeña escalera que permitía el acceso al interior del barco, sin pensarlo empecé a subirla llegué al primer piso y me encontré otra escalera y otra más hasta que llegué a cubierta; en ella encontré a un viejecito sentado en un sillón con una cara de profunda tristeza, él cual  sin voltear a verme y más que oír mi llegada pienso que la intuyo me dijo: Hola, bienvenida, es bueno para mí el recibir visitas es más a mí nadie me visita por lo que el recibir una me da gusto.
-Buenas tardes señor, disculpe que no pedí permiso para subir a su barco,-comencé diciendo;- él me hizo una seña de que callara y con un gesto me ofreció una silla frente a él. En silencio me senté y antes de que le preguntara su nombre me dijo:-Soy Cristóbal Colón –al ver mi cara de sorpresa bajo la cabeza- vez porque te dije que nadie me visita, se han escrito tantas falsedades y cuentos de mí que todo mundo me ve feo y muchos me odian  y pues creo que es tiempo de que se conozca algo de la verdad. De pronto el barco empezó a girar primero lentamente, después con rapidez, sentí que me hundía, cuando desperté me encontré en una Corte acompañando a Cristóbal Colón ya rejuvenecido, él cual me dijo en ese momento que era la Corte de Portugal, que el que iba entrando era Don Juan II el rey de ese lugar, Colón lo saludó y expuso el proyecto que traía entre manos para esto Don Juan II que iba acompañado de sus sabios y políticos les dio la palabra, a lo cual ellos externaron que el proyecto de Colón no tenía cabida dentro de su programa.
Salimos de la Corte, Colón iba algo desanimado pero a la vez se repetía a sí mismo: alguien tiene que apoyarme y ese alguien tienen que ser nada más y nada menos que: Los reyes de España le conteste, interrumpiéndole. Pues allá vamos dijo Colón, y en menos de lo que canta un gallo estábamos entrando a la Corte donde la primera que salió a recibirnos fue la Reina Isabel, la cual no disimulo el gusto que le dio ver a Colón. Al momento llegó el rey, ambos se sentaron y escucharon con paciencia los planes que tenía Colón respecto a encontrar la ruta más corta para llegar a las Indias, los reyes no rechazaron su proyecto simplemente aplazaron su ejecución para cuando terminara la guerra que tenían contra los moros. Colón salió más que enojado, furioso murmurando: pretextos, puros pretextos, mejor vámonos a Francia a ver si allá si pega el negocio. Emprendimos el viaje, yo cansadísima, él empeñado en lograr su objetivo, ya pensaba regresarme cuando llegamos al Convento de La Rábida y ahí me entere que tenía un hijo que se llamaba Diego, al estar ahí platico una vez más con los frailes sobre su proyecto logrando que ellos a su vez  convencieran a los reyes de España. Al llegar a la Corte fuimos recibidos por la reina y en ese momento creí que iba a tener el privilegio de conocer las joyas que la reina le iba a dar a Colón para que las empeñara y así  ayudarse a pagar su viaje, y ¡Oh desilusión! No le dio nada sino que en ese momento llego el rey con un señor llamado Luis de Santángel el cual  facilitó un préstamo a Colón. Me pidió le ayudara a contarlo y se enojó mucho cuando le dije la cantidad; -Caramba su majestad-repelo- ¿cómo pretende que con esto llegue a las Indias? Si acaso llegare a la vuelta de la esquina.
El rey le dijo que por el momento no había más, que lo tomara o lo dejara; por lo que Colon sin decir adiós salió de prisa de la Corte, tuve que correr para alcanzarlo porque parecía cuete como iba por la calle, no pronunció palabra por el camino, ni siquiera sabía yo a donde iba me limité a caminar junto a él mientras se calmaba. De pronto se detuvo frente a una casa muy humilde, empujó con fuerza la puerta y al momento que entraba me dijo:”pasa”- yo entre sin decir nada, busqué un lugar dónde sentarme mientras observaba como se paseaba de un lugar a otro dentro del pequeño espacio del lugar. En ese momento volteó a verme y me dijo- “Esta casa era de mis padres Domingo Colombo y Susana Fontanarrosa, mi padre fue tejedor de lana y mi madre una ama de casa, por lo cual es que sólo me heredaron esta humilde pero cálida casita a la cual tengo mucho aprecio y la cuando no estoy en altamar, vengo aquí a pensar; dicho esto se dirigió a un rústico mueble de madera, de donde de uno de los cajones extrajo una bolsa llena de monedas de oro, las empezó a contar y dijo-“Ni modo, tendré que invertir mis ahorros de toda la vida, pero de que encuentro la ruta a las Indias la encuentro”. Salió de prisa una vez más y yo otra vez corrí tras él, durante ese día y otros tres más visitamos infinidad de personas para solicitar su apoyo logrando con tenacidad y constancia reunir la cantidad deseada. Ahora el problema fue conseguir los barcos y la tripulación, ya que la gente del Puerto de Palos pese a la orden que el rey dio no quisieron ayudarle, afortunadamente aparecieron unos señores que eran los hermanos Pinzón que cooperaron con Colón logrando  gracias a su apoyo conseguir  las tres carabelas: “La Marigalante”, que se llamó “Santa María”, “La Pinta” y  “La Niña”, ya con los barcos empezamos el recorrido para buscar la tripulación, córrele para allá y córrele para oca y todo mundo decía “NO” ya que todos pensaban que era una locura lo que este hombre pretendía, así que más que cansados y desilusionados nos dirigimos a decirle a los reyes que siempre no se iba a hacer el  viaje, cuando de pronto el rostro de Colón se iluminó con una gran sonrisa y exclamó: Ya lo tengo, ya lo tengo y echo a correr haciéndome una seña de que lo siguiera y volví a emprender la carrera tras él tratando de aguantar el cansancio que me agobiaba, ya que no quería perderme ni un solo hecho de esta gran aventura. Lo alcancé justo cuando se detuvo frente a la prisión, me le quede mirando con curiosidad y apenas iba a preguntarle que hacíamos ahí, cuando avanzó hacia la entrada, hablo con el encargado, no alcance a escuchar que le dijo, lo que si me di cuenta es que era muy conocido y ya todo mundo sabía que era el protegido de los reyes. Le permitieron la entrada a donde estaban los presos, los reunió, se subió a una parte alta y les dio un no muy largo discurso, estaban a punto de abuchearlo cuando pronunció algunas frases mágicas: les ofreció su libertad y les prometió que a donde iban sobraba el oro y las mujeres  hermosas, a lo que ellos con entusiasmo exclamaros que SÏ lo iban a acompañar y así el 3 de agosto de 1492 con una tripulación total de 121 personas salimos del Puerto de Palos (eran 120 pero como a mí me invito a seguirlo  y lo acompañe pues por eso me cuento en el grupo).
Llenos de ambición, más que de emoción la tripulación y yo de curiosidad por vivir esa gran aventura tomamos el rumbo a las Islas Canarias donde nos detuvimos a hacer reparaciones a las naves durante caso un mes. Al fin el 6 de septiembre reanudamos el viaje lanzándonos al “Océano Tenebroso” por derroteros hasta entonces desconocidos.
Durante los 35 días que duró esta travesía hubo de todo: alegría, tristeza, desesperación, miedo, y este último nos llego a dominar tanto al grado de pensar que nunca íbamos a volver a nuestros hogares. Colón medía, consultaba, miraba y remiraba el mapa que siempre lo acompañaba a veces serio, otras desesperado  pero siempre con la mirada puesta en el horizonte o en el mapa, no hablaba más que consigo mismo y ni modo había que respetar eso.
Por fin, el 12 de octubre de 1492, a las 2 de la mañana el atalaya de “La Pinta” Rodrigo Sánchez de Triana, dio el grito de “¡Tierra!” corrí a cubierta, me incline lo más que pude y entonces la vi  frente a mi a la famosa y tan nombrada isla de Guanahaní. En cuanto puso un pie en tierra Colón tomo posesión de ella en nombre de los reyes católicos y la nombro San Salvador.
Ahí comprobé que mucho de lo que narra la historia es verdad, Colón despojo a los dueños de la isla sin detenerse a pensar que les estaba quitando lo suyo; argumentos de él pregunto de quién era y como nadie le contesto pues se quedo con ella. Comenzó el fraude les dio espejos por oro, baratijas inservibles por lo que a él le interesaba.
Cierto que algunas cosas son mentira, pero también hay mucho de verdad, cierto que él inició el despojo y otros lo continuaron, pero quien dio la pauta fue su famoso descubrimiento. Mas que el encuentro  de dos mundos fue un encontronazo, donde lo que nos trajeron quizá era bueno pero no necesario para poder seguir subsistiendo, comenzaba a inundarme la tristeza y la desesperación cuando sentí que alguien me tocaba el hombro, era una de mis amigas que me dijo que tenía rato buscándome, que me había quedado dormida, me levante y sin decir palabra me dirigí a donde estaba el resto del grupo para continuar el viaje que estábamos realizando.

2 comentarios:

  1. Ha logrado una magnifica narración que me ha llevado de la mano a través de la corte real y demás sitios. ¡Muchas felicidades!

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  2. Hola equipo, han trabajado muy bien, se nota su conocimieto y su destreza para elaborar sus trabajos muy bien, los felicito y sigan con esas ganas de trabajar bajo la investigación. }

    ¡sigan y no desistan!!

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